Los abusos sexuales en el colegio en el que estudié Publicado el Jueves 04-03-2021 - (1 comentarios)
Siempre me ocurre lo mismo.
Cuando se destapa un caso de abusos sexuales a menores, algo en mí se desmorona, se hace añicos.
Y eso me sucedió hace unos días, cuando se descubrieron los casos de pederastia de l’Institut del Teatre.
Ante este tipo de noticias siempre viene a mi recuerdo aquellos días de marzo del 2016, cuando desde una habitación de un hotel de Kuala Lumpur no pude desconectarme del aluvión de noticias que llegaban desde Barcelona. En aquellos momentos sentí que mi infancia se esfumaba, se ensombrecía. Sucedió cuando empecé a ver los nombres de algunos de mis profesores en las listas de pederastas, acusados de abusos sexuales a sus alumnos.
No podía creerlo.
Me resistí, pero la evidencia de las pruebas acabó con mi incredulidad.
Fue como si de repente me robaran un trozo de mi infancia, como si aquellos años de mi niñez y los recuerdos vinculados a ella se rompieran en mil pedazos.
Recuerdo estar con los ojos humedecidos delante de la pantalla, intentando encontrar argumentos para defender a los que habían sido mis profesores. Pero cada vez era más difícil resistirse a la evidencia de lo que iban relatando las noticias.
Finalmente, el corazón se me encogió al descubrir este vídeo grabado en cámara oculta a AF, uno de mis profesores, reconociendo ante una de sus víctimas lo que había hecho. Fue entonces cuando mi mundo se vino abajo.
Al padre que hoy en día soy, se le eriza el vello de los brazos al recordar que el niño que fui estuvo durante un día entero con AF, a solas con él.
Fue en unas colonias, de cuando yo debía tener unos 10 años.
Enfermé, y él se ofreció a cuidarme durante todo el día. El resto de niños se fue de excursión, y él se quedo conmigo. Más tarde me llevó en su coche a ver lugares de la zona. Llegamos hasta un pueblo donde en un colmado me compró una Coca Cola. Fuimos arriba y abajo durante todo el día, no recuerdo cuáles fueron los motivos por los que hacíamos tantos desplazamientos. Finalmente, a punto de anochecer volvimos a la casa de colonias, justo cuando el resto de los niños llegaban del día de excursión.
Fui el afortunado del grupo, porque AF era el profe enrollado al que todos los niños admiraban. Haber estado con él recorriendo la zona en su coche me convertía en privilegiado, y más todavía cuando hice saber a mis amigos que incluso me había comprado una Coca Cola.
Desde marzo del 2016, momento en que lo reconocí en el vídeo que le grabaron con cámara oculta, no puedo sacarme de la cabeza lo diferente que sería mi vida si aquel día él hubiera hecho conmigo lo mismo que hizo con más de media docena de niños. No probó nada, pero desde luego tuvo infinitas oportunidades. Todo un día.
El dolor de descubrir el lado sombrío de mis años de escuela no es tan profundo por haber averiguado que como mínimo dos de mis profesores eran violadores, sino que lo que realmente me hiere es tener el absoluto convencimiento de que todo cuanto pasó durante aquella época fue posible gracias al silencio de otros muchos docentes. No hay otra explicación.
Desde marzo de 2016 llevo pensando en este asunto, y con la lucidez de adulto voy hilvanado pensamientos que con la inocencia de niño pasaron inadvertidos. Y no me cabe la menor duda de que todas las fechorías cometidas por estos dos pederastas eran conocidas por algunos de los otros profesores. Entre ellos IC, mi profesor, el profesor del alma que todos los alumnos hemos tenido, nuestro maestro preferido, el que nos marca una vida. Y a mí IC me marcó, es por él que siempre he querido ser escritor.
Y es absolutamente imposible que IC no conociera lo que hacía AF, y eso es lo que ha convertido en dramático todo este atroz descubrimiento de lo que sucedía en mi escuela cuando yo era un niño ajeno al horror del entorno en el que se desenvolvía mi aprendizaje de vida.
Es curioso comprobar la facilidad con las que los adultos podemos volver la vista atrás y enfundarnos en la piel del niño que hemos sido. Los recuerdos de infancia, grabados a fuego a partir de mil y una experiencias nuevas, se pueden revisar desde otro prisma y podemos entender muchas cosas que entonces, mequetrefes iniciáticos en todo, éramos incapaces de percibir.
Ahora puedo entender infinidad de cosas que han cobrado sentido en el devenir de los años, en el tránsito hacia la madurez que a todos nos aporta un grado de sabiduría que nos permite tener una capacidad de análisis clarividente. Uno revisa la educación recibida y todo empieza a encajar como un puzzle.
Es obvio que mi identidad sexual tiene mucho que ver con aquellos días de escuela recibiendo infinidad de mensajes, unos subliminales y otros no tanto, sobre lo que es el amor y el placer entre dos personas, reduciéndolo todo a un binomio hombre-mujer, denostando la masturbación, dándole al acto sexual un significado puramente reproductivo.
Conociéndome como me conozco a mi edad adulta, no tengo ninguna duda de que si no hubiera estado sometido a esa educación retrógrada, clerical y puritana, seguramente yo hubiera sido un perfecto bisexual. No es que reniegue de mi condición de heterosexual, ni que esté a disgusto en este lado de la acera, pero lo que me indigna es que quienes de alguna manera moldearon mi identidad sexual a la postre hayan resultado ser unos pederastas depravados, que abominaban de la masturbación y de la homosexualidad, pero que a escondidas sodomizaban a niños indefensos.
Maldigo una y mil veces que hayan sido estos violadores y todos sus cómplices silenciosos los que hayan educado la sexualidad de parte de una generación, pero como mínimo me queda el consuelo de saber que siempre quedaran almas rebeldes como la mía, sublevados que hemos sido casi inmunes al adoctrinamiento de esta chusma que en el post-franquismo se creían que podían hacer lo que quisieran.
Y no puedo evitar que se me escape media sonrisa al saberme vencedor y poder mirar desde la atalaya de mi integridad la miseria de su intento de adoctrinamiento que se quedó en apenas nada.
Porque yo pasé desde los 6 años hasta los 13 en un colegio de curas, de aire monárquico, de evidente ramalazo españolista y de ideología sexual reprimida. Si su adoctrinamiento hubiera sido efectivo, yo hoy en día sería católico, monárquico, españolista y tendría serios problemas para darme placer a mí mismo. Sin embargo, a día de hoy clamo con orgullo que soy el vencedor de esta contienda, afirmando desacomplejadamente que soy ateo, republicano, independentista y a mis 45 primaveras me sigo masturbando sin remordimientos.
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