Xavi Molins
Xavi Molins
La ambulancia
¿Sobre qué escribo en esta web? Libros, viajes, emprendimiento, política, fútbol... y sobre todo aquello que me apetece compartir contigo.



Hoy cumplo 49 años y 135 días
Publicado el Martes 26-11-2024 - (2 comentarios)





Puede parecer extraño que estando a punto de cumplir 50 años, que es un número redondo y muy significativo a nivel personal y social, decida celebrar el día en que cumplo 49 años y 135 días.
Obviamente existe una razón que hace que hoy sea un día muy importante para mí. De hecho, creo que es uno de los días más importantes de mi vida. Esta fecha hace mucho tiempo que está marcada en mi calendario de una manera vital y trascendente. Hace muchos años que no dejo de pensar en el reloj, en el tiempo y en todo aquello que sin querer he ido asimilando como un hito sombrío, un marcador en el horizonte que siempre supe que iba a llegar.
Y ahora que estoy aquí, rebasando este límite, lejos de sentirme apaciguado por haber llegado a un momento totalmente esperado, me hallo en un estado en el que siento que todo es más profundo y desgarrador de lo que jamás imaginé.

Hace semanas que me siento muy extraño.
He divagado lo suficiente como para entrar en bucle pensando en cómo de difícil es entender la noción del tiempo.
El paso de las horas, el devenir de los días… todo pasa tan deprisa que cuesta ubicarse. Y hoy, cuando me disponía a escribir, pensaba en que no sé desde cuándo me sigues. Quizás me lees desde que publiqué mi primer libro, hace ya casi 20 años, o quizás recién aparecí en tu vida. Pero por poco que me conozcas, la imagen que probablemente tendrás de mí es la de un viajero insaciable, un escritor bohemio y un hombre despreocupado y errante que se jacta de escribir sus mejores textos cuando tiene un Gintonic en la mano. Y sí… quizás esta descripción me define bastante, pero dentro mí hay también alguien calculador, excesivamente metódico y disciplinado que vive obsesionado con el tiempo y con la vaga ilusión de intentar comprenderlo. Y ese perfil que nunca quiero reconocer en mí, que me lleva a ser un yonqui de los números, las estadísticas y las efemérides, me obliga a admitir que siempre he sentido la necesidad de medir el tiempo, dividirlo y clasificarlo, para sofocar la frustración de saber que es una de las cosas que nunca podré controlar.

Por eso hoy, que cumplo 49 años y 135 días, me siento cautivo de mi propia trampa.
Porque 49 años y 135 días es la edad que tenía mi madre cuando murió. Y eso hace que hoy tenga una nueva perspectiva en mi vida que lo cambia todo. Ahora, por fin, puedo hacerme a la idea de lo que es morirse cuando tu hora no ha llegado, cuando todavía tienes sueños que cumplir.
Y la sensación es tan aciaga que hace días que tengo un nudo en el estómago que casi no me deja respirar.

Repito que no sé desde cuándo me lees, quizás 20 años, quizás una semana… pero si me conoces un poco sabrás que he dado la vuelta al mundo 3 veces, que he escrito 5 libros, que he creado varios proyectos de la nada y que me he arruinado dos veces. Sabrás que me fui con 18 años a hacer la mili de voluntario por la simple razón de que quería vivir aventuras. Sabrás también que estuve a punto de ir a la cárcel, que me fui con veintipocos años a Inglaterra a trabajar como fregaplatos con el objetivo de aprender inglés y que hice lo mismo al año siguiente en Francia porque el francés me parecía el idioma más romántico del mundo. Sabrás también que en mi juventud tuve mil oficios, que he vivido y trabajado en New York, en Marrakech, en Kuala Lumpur, en Turquía… que he viajado por más de 6 meses en India, casi lo mismo en Argentina y también en Perú. He estado varios meses en Malta, en Kenia, en República Dominicana, en Indonesia, en Egipto… sabes que paso muchas semanas al año en el sur de Francia porque me fascina el momento histórico del exilio republicano tras la guerra civil, y por poco que me conozcas sabes que hay un país que guardo en el fondo de mi corazón, Gambia, porque hace casi veinticinco años estuve allí 2 meses con una ONG y aquella experiencia cambió mi vida.

Paradójicamente, y como si de forma voluntaria e inconsciente me hubiera puesto una venda en los ojos, es ahora que me doy cuenta de que mis ansias por vivir intensamente estaban fundamentadas en la hipótesis de morirme antes de tiempo, como le pasó a mi madre. Por eso he sido un tanto impetuoso en todas y cada una de las decisiones que he tomado en la vida. Quizás por eso mi juventud ha estado repleta de momentos arriesgados, de conductas reprobables, de situaciones llevadas al límite. He tratado de vivir intensamente, sin preguntarme si eso tendría consecuencias en un futuro porque sabía que el futuro quizás no existiría. Y en esa locura me he dejado llevar por el impulso de saborear la vida sin conformarme con nada que no fuera el néctar. Y eso me ha llevado a no dejar para mañana todo aquello que podía hacer hoy.

En mi incesante búsqueda de cumplir todos mis sueños antes de llegar a la edad que tengo hoy, he visto lugares increíbles en todo el planeta incapaces de ser descritos. He recorrido el mundo sin llegar a comprender cómo era posible asimilar tanta belleza, he navegado por infinitos mares que parecían un pasillo hacia la eternidad, he visto cosas que la mayoría de gente sólo verá en pantallas. Cada hallazgo ha sido una satisfacción interior difícil de explicar.

Sin embargo, y a pesar de haber vivido todo lo intensamente que me ha sido posible, hoy siento un profundo vacío dentro de mí. Quizás es porque pretendía llegar a esta edad con otro tipo de sentimiento, con la sensación de que había cumplido la mayoría de mis sueños y que por tanto ya podía morirme tranquilo.
Pero no es de esta manera precisamente, no es así como me siento.
El conteo de los días hasta hallarme en el momento actual ha sido una cuenta atrás bastante amenazadora. Y hoy, al cumplir los mismos años y días que mi madre tenía cuando murió, siento que estoy tocando el borde de su existencia, como si nuestra vida estuviera tejida en un mismo hilo que se cruza y se entrelaza justo aquí.
Justo hoy.
Justo ahora.

Hay algo profundamente inquietante en esta coincidencia, algo que me ha llevado a reflexionar mucho. Y en estos días tan extraños, me he preguntado continuamente: ¿cómo se sentía ella a mi edad? ¿Qué pensamientos tenía? ¿Qué sueños la llenaban y qué miedos la detenían?
La verdad es que nunca le pregunté esas cosas. ¿Quién era mi madre, más allá de la mujer que cuidaba de mí, que me reñía por no ordenar mi habitación y que desprendía ese olor maternal que 30 años después todavía puedo percibir? ¿Qué ambiciones tenía, cuáles eran sus planes para el futuro, cómo se imaginaba que sería yo en mi edad adulta?
Todas estas preguntas me llegaron después, cuando ella ya no estaba para responderlas. Eso es lo que hace que hoy no tenga más remedio que usar mi imaginación.

Me pregunto si ella se sentía satisfecha con la vida que había tenido, si tenía miedo de lo que venía o si, de alguna manera, ya había hecho las paces con su destino.
Pero sobre todo, me pregunto si ella pensó lo mismo que estoy pensando yo ahora.
Porque yo hoy solo puedo pensar en una cosa.
Y esto en lo que no puedo dejar de pensar, es lo que me ha llevado a reconocer que sé que podría morirme mañana mismo de la causa más absurda que existiera y aun así no podría quejarme. Podría morirme en este preciso instante y no sentir la necesidad de pedirle explicaciones al universo, porque ya hace muchos años que comprendí que el mundo no me debe nada.
Pero yo, como cualquier persona, quiero vivir más días, más años. Nadie se quiere ir antes de tiempo, cuando todavía le quedan cosas por hacer, sueños por cumplir.
Yo inocentemente pensé que si vivía deprisa y disfrutaba de cada uno de los días que me eran dados, llegaría un punto en el que podría apaciguar la temible sensación de que la muerte puede estar detrás de cualquier esquina.
Pero eso fue una ilusión.
Porque a pesar de todos mis sueños ya realizados, nunca en mi vida he tenido tantos planes y tantos anhelos por cumplir como ahora. Y eso desemboca en la triste necesidad de aceptar, de una vez por todas, que nunca podré asimilar que haya personas que se vayan antes de tiempo. Y eso implica, por añadidura, aceptar que de nada sirvió vivir intensamente pensando que eso haría que cuando cumpliera 49 años y 135 días podría creerme a salvo de todo.

Por eso hoy, como te he dicho antes, solo puedo pensar en una cosa.
Hoy no puedo dejar de pensar en que realmente solo existe una verdadera razón por la que no puedo morirme.
Obviamente hay miles de cosas por las que quiero seguir en este mundo, pero solo hay un motivo que hace que todavía tenga miedo a morir.

Podría decir que quiero seguir viviendo porque todavía conservo intacta la ilusión de visitar todos los países del mundo. Y sería cierto. De la misma manera que también sería cierto si dijera que quiero seguir viviendo porque tengo aun muchas cosas por hacer, muchos objetivos que todavía no he cumplido.
Podría decir también que quiero continuar aquí porque el mundo es un lugar fascinante. Porque el ser humano, con todos sus defectos, es capaz de conseguir cosas inimaginables. Y yo quiero verlo, quiero estar presente. Ahora que estoy alucinando porque he empezado a trastear con la IA, no puedo marcharme sin saber hasta qué punto va a llegar todo esto.

Puedo también querer seguir vivo por temas banales, como por ejemplo comprobar si Lamine Yamal llegará a ser lo que Messi fue.
Puedo también desear no morirme por motivos de los que no me siento muy orgulloso, como vivir lo suficiente como para ver con mis propios ojos que Donald Trump se muere.
Quiero seguir viviendo tantos años como sean necesarios para ver por fin la igualdad entre hombres y mujeres, la paz en Palestina, el fin del hambre.

Quiero también vivir más tiempo porque me gustaría enamorarme alguna que otra vez más. Y también querría vivir lo suficiente para ver cómo todos mis amigos triunfan, para disfrutar de toda mi familia, de todas aquellas personas que han pasado por mi vida y han dejado una huella imborrable.
Y, en definitiva, tengo millones de motivos para querer seguir disfrutando de esta vida.

Pero ya te he dicho que hoy solo puedo pensar en una cosa.
Y, probablemente, fue lo mismo que pensó mi madre cuando tenía 49 años y 135 días.
Hoy solo puedo pensar que la única razón por la que no puedo morirme es porque tengo dos hijos que todavía me necesitan.



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Como autor autónomo que no atiende a demandas del mercado, y como escritor que escribe por vocación sin mirar qué textos son los más comerciales, te invito a conocer mis libros.
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2 Comentarios
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26/11/2024 - Ina Scut
Admiro profundamente tu habilidad para transformar las palabras en arte, para entretejer historias que no
solo capturan la atención, sino que tocan el alma. Cada página que escribes es un reflejo de tu sensibilidad,
tu ingenio y tu capacidad para explorar las profundidades de la experiencia humana.
28/11/2024 - Xavi
Gracias Ina por tus palabras.
Me alegra que lo que escribo te guste! Un abrazo!

 
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