Cuando la muerte de un ser querido te atormenta Publicado el Sábado 03-06-2017 - (3 comentarios)
Desde ayer por la mañana tengo ganas de llorar. Y, al mismo tiempo, tengo ganas de lanzar cosas, un signo inequívoco de rabia difícil de gestionar. Ahora mismo no sería una buena compañía para nadie, pero afortunadamente estoy solo.
Mi mujer está en Malasia, y he puesto a mi hija a dormir. A pesar de que tengo un montón de emails por contestar y el trabajo se me acumula, me he visto incapaz de hacer nada productivo.
He pensado que lo mejor que podía hacer era ponerme un vídeo de él. De él. A quien tanto añoro a pesar de que hace apenas un día y medio que nos ha dejado.
Me ha costado verle de nuevo, porque en el vídeo aparece tal como era: jovial, divertido, ingenioso. Eso es lo que más me gustaba de su manera de ser. Que podía enseñarte cosas nuevas arrancándote una sonrisa.
Podía haber visto cualquier otro vídeo, pero el que hoy me he puesto lo he elegido porque sabía que de nuevo me haría reír, y necesito calmar el dolor de su muerte con algo que me produzca un mínimo bienestar.
El nudo que tengo en el estómago desde ayer no sería inexplicable si, quien hubiera fallecido, hubiese sido un amigo o un familiar.
Pero el culpable de que hoy sienta una losa encima de mí es un desconocido.
Él es Carles Capdevila, y pienso seguir utilizando el presente a pesar de que desde ayer me debiera referir a él en pretérito.
Pero ese va a ser mi acto de rebeldía. Hablaré siempre de él en presente indicativo. Esa será mi venganza. Esa será mi manera de ningunear al cáncer, que se lo ha llevado con apenas 51 años. El cáncer, que tanto dolor ha sembrado y tantas vidas irremplazables se ha llevado.
Carles es de las pocas personas a las que hago caso. De las pocas a las que escucho.
Hay poca gente a la que sigo fervientemente, y él era es uno de ellos. Con la edad, uno se va volviendo más selectivo y sólo tiene tiempo para escuchar a los que considera sus referentes.
Por eso hoy, que ya empiezo a hacerme la idea de que ya nunca más podré leer sus artículos, me empiezo a dar cuenta de que realmente he perdido más de lo que creía en un principio.
Porque empiezo a ser consciente de que no me han arrebatado una persona: me han robado un criterio, una mentalidad, una manera de ser.
Me han sustraído la voz de la experiencia, un espejo en el que mirarme, la sensatez de alguien que sabe por donde camina y cuyos pasos muchos otros vamos siguiendo.
Si no eres catalán, es probable que no sepas quién es Carles Capdevila. Y no voy a tratar de describírtelo, porque en realidad hay muchos Carles Capdevila: el director y fundador del diario Ara, el educador infantil, el columnista, el escritor, el intrépido tertuliano…
Pero para mí siempre será mi columnista. Porque él es mi columnista, porque él tiene el especial don de hacerme creer que escribe sus columnas para mi, que sus textos van dirigidos a mi persona.
Por eso hoy, que sus familiares y amigos lo han despedido en su pueblo natal de Osona, siento cierto dolor hartamente incomprensible, que me lleva a perder los papeles y a tener, otra vez, ganas de arrojar cualquier cosa al vacío, proclamando a los cuatro vientos que él era mi mentor y que su columna era mi dosis a la que no me hago a la idea de tener que renunciar. Y, de una manera enfermizamente posesiva, como si sus letras fueran mías, chillar desacomplejadamente que yo debería estar allí, en su despedida, para poder dirigirme a él y decirle que me engañó, que me hizo creer que nunca moriría. Porque hacía casi dos años que luchaba contra el cáncer, pero su manera de comportarse nunca hubiera pronosticado ese fatal desenlace.
¿Por qué me engañaste? –le preguntaría abatido–. ¿Por qué me dejaste pensar que tu aparente fortaleza se debía a que te sabías ganador de esta batalla? ¿Por qué me hiciste creer que tendría mis columnas el resto de mi vida cuando tú ya sabías que lo que me explicabas eran tus últimos consejos? ¿Acaso no sabías que muchos te considerábamos invencible porque pensábamos que alguien que irradia tanta vida era imposible que muriera? ¿De dónde sacaste las fuerzas para seguir escribiendo como si no pasara nada?
No tengo ni idea de cómo voy a hacer más llevadero el inmenso dolor que me produce el saber que ya nunca más esperaré ansioso tu columna.
Por eso no hago más que releer tus artículos, volver a ver tus vídeos, analizar de nuevo cada uno de tus consejos.
Te quiero Carles.
Y te quiero de una manera como seguramente nunca nadie te ha querido… porque yo nunca he querido a nadie de la manera como te he querido a ti.
Porque tengo la sensación de que me han robado como mínimo 30 años de brillantes artículos, porque sé que sin ti mi crecimiento como persona de alguna manera será menor, porque sé que nadie en esta vida podrá ofrecerme un punto de vista como el tuyo.
No te puedes hacer una idea de lo que echaré en falta tus columnas…
Por eso hoy no encuentro manera más efectiva de compartir mi dolor que divulgar uno de esos videos memorables y magistrales que tantas veces he visto, porque riendo me has hecho entender que la función de ser padre es algo inconmensurable que no puede compararse con nada.
Te prometo que intentaré educar a mi hija con tanto cariño y sentido del humor como tú me has educado a mí. Te quiero, una vez más… aunque tú no me conozcas…aunque yo no te conozca a ti.
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Como autor autónomo que no atiende a demandas del mercado, y como escritor que escribe por vocación sin mirar qué textos son los más comerciales, te invito a conocer mis libros. Aquí encontrarás todas mis obras
Gracias por compartir, estupenda ponencia de Carles... no tengo hijos pero hay un aprendizaje universal en sus palabras... animo, habrá que buscar otra persona inspiradora, él desde luego ha dejado el listón alto.
5/06/2017 - Xavi
Hola Ariadna, me alegro que te haya gustado la ponencia.
Sí... habrá que buscar otros referentes, pero no será fácil.