Desde ayer por la mañana tengo ganas de llorar. Y, al mismo tiempo, tengo ganas de lanzar cosas, un signo inequívoco de rabia difícil de gestionar. Ahora mismo no sería una buena compañía para nadie, pero afortunadamente estoy solo.
Mi mujer está en Malasia, y he puesto a mi hija a dormir.
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